Esa sensación al rozar con los dedos una hoja de papel, el darle la vuelta para devorar la siguiente tanda de palabras que te transportan al mundo que el autor elaboró para ti. Ese sentimiento de fragilidad que está vinculado a las páginas, que sabemos no durarán una eternidad y envejecerán como nosotros lo hacemos.
Son esos sentimientos los que no se pueden igualar a través de una fría pantalla, donde cada vuelta de pagina es producida por un algoritmo que crea la animación que intenta imitar esa sensación del mundo real.
El sentimiento de pertenencia igualmente es diferente, no sientes el mismo apego por el libro físico que por el que es digital, sabes que el segundo siempre estará ahí para ti y olvidas la preocupación de llevarlo contigo a todas partes, de cuidarlo como si fuese una parte de ti.
Esas son algunas razones por las que a pesar de mi excesivo amor por la tecnología jamas podré despegarme de los libros hechos en papel, simplemente una pantalla llena de pixeles no puede reemplazar el tacto provocado por la hoja de un buen libro.